Los frutos secos son semillas que se consumen en la mayoría de los casos desecadas y están ampliamente distribuídas en muchos alimentos de nuestra dieta. Son:
Anacardos, pistachos, pipas de girasol, avellanas, castañas, nueces, piñones, almendras, cacahuetes y semillas de sésamo entre otras.
Tienen mucha capacidad de producir reacciones alérgicas tanto en niños como en adultos. La frecuencia con que uno u otro produce reacciones depende de los hábitos de consumo variables en cada país.
Los síntomas suelen ser inmediatos y de intensidad variable, desde picor de la boca hasta reacciones graves como urticaria generalizada, hinchazón, dificultad para respirar y tragar saliva, mareo (anafilaxia) e incluso bajada de la tensión arterial (shock anafiláctico).
En general, y esto es válido para todas las alergias alimentarias, padecer asma bronquial es un factor de riesgo para tener reacciones más graves con los alimentos.
El diagnóstico debe realizarlo el especialista en Alergología e incluye la historia clínica, las pruebas cutáneas con extractos comerciales de frutos secos, prick-prick con el fruto seco en particular y la IgE específica en sangre. Según los resultados obtenidos, el especialista valorará la necesidad de realizar el test de provocación con el alimento sospechoso. No es necesario prohibir todos los frutos secos, sólo aquellos identificados con las pruebas indicadas.
Una vez diagnosticada por un Alergólogo la alergia a uno o a varios frutos secos, el único tratamiento es la evitación. En la mayoría de los casos esta alergia persiste toda la vida. Los frutos secos suelen emplearse con mucha frecuencia en la elaboración de muchos alimentos, por lo que debemos leer atentamente el etiquetado de los productos elaborados, helados, postres, bollería…. y tenerlo presente en las comidas fuera de casa.
Se recomienda a todos los pacientes alérgicos con reacciones alérgicas importantes que lleven consigo la medicación indicada por su alergólogo por si tiene un contacto accidental.